Plan de superación personal

Algunos autores coinciden en que existen ciertas etapas por las que debemos pasar si queremos realizar algún cambio en nuestra vida. A continuación, describiremos dichas etapas ofreciendo alguna recomendación para facilitar el desarrollo del proceso de superación personal.

1. ETAPA DE NEGACIÓN.

En esta primera etapa ni siquiera reconocemos lo que nos bloquea o impide avanzar. Podría entenderse como un estado de pre-contemplación del cambio. La persona siente algún tipo de malestar o ya tiene alguna consecuencia negativa, pero no reconoce y, por tanto, no  asume la capacidad y la responsabilidad que tiene sobre ese aspecto de su vida. Lo más fácil es apuntar con el dedo hacia afuera , echar la culpa a los demás, al sistema, a la sociedad, el trabajo, el entorno, el mundo y hasta a la propia vida.  Hay quienes minimizan las consecuencias o el malestar que éstas le generan, se refugian en excusas, se cruzan de brazos adoptando la postura del conformismo, actuan como si nada ocurriera, otros se quejan y algunos padecen en silencio.

Para poder cambiar es primordial abrazar la posibilidad del propio cambio, creer en nuestra capacidad de adaptación y actuación sobre nuestra realidad. Un cambio, por mínimo que sea, nos puede situar al menos un pasito más cerca de la felicidad.

En general, suele ser un factor externo el que nos hace ver la necesidad de cambiar algo y nuestra responsabilidad sobre una determinada situación (la ruptura de una relación, la pérdida de un ser querido, una crisis laboral o económica, un problema de salud, etc.). Naturalmente, la mejor opción para superarse no es  esperar a que algo desagradable acontezca en nuestra vida. Además, eso que nos puede coger por sorpresa, en realidad puede haber sido visto antes por los demás (que, al estar «fuera»,  habrán sido capaces  de ver todo un proceso y no sólo el desenlace) o de un modo diferente a como lo hemos percibido nosotros, así que una recomendación para contemplar la posibilidad de cambiar es atender a los mensajes que los demás nos dan entorno a algo específico (una actitud, una conducta, un determinado aspecto de nuestra vida, etc.). El apoyo en los demás y la comunicación fluida pueden ayudarnos a tomar conciencia de la necesidad de realizar algún cambio.

2. ETAPA DE ACEPTACIÓN.

En esta etapa comenzamos a considerar la idea de cambiar, somos conscientes de que tenemos que tomar alguna medida, hacer algo diferente, pero aún no hemos tomado firmemente la decisión. Reflexionamos acerca de ello y quizás lo hablemos con alguien, pero áun no nos hemos posicionado. Se trataría de un estado de contemplación del cambio. Esta etapa es importante, porque empezamos a hacernos una idea de hacia dónde nos queremos dirigir, una imagen de lo que deseamos, pero el planteamiento aún no es lo suficientemente claro o concreto. Debemos cuidarnos de no «eternizar» el cambio, de posponer nuestra toma de decisión, porque correríamos el riesgo de situarnos en la etapa inicial, la de negación o pre-contemplación.

Todo cambio o decisión implica un riesgo, una pérdida  o renuncia de algo, así como un esfuerzo. Es importante valorar la pérdida que sufriremos y si ésta nos conviene o no.

Cualquier día es bueno para tomar la decisión de emprender un camino, pero podría servir como motivación el fijarnos una fecha de inicio o límite.

3. ETAPA DE PREPARACIÓN.

Tomada la decisión, hemos de comenzar a diseñar el plan para el cambio. Es de suma importancia, plantearnos preguntas y generar las correspondientes respuestas, tener en cuenta los pros y contras, los posibles obstáculos e inconvenientes a los que nos expondremos así como las posibles alternativas para solucionarnos (establecer nuestro plan). Algunas preguntas que podrían ayudarnos a tener una idea más clara de la situación podrían ser las siguientes: ¿Qué quiero cambiar? ¿Qué pretendo conseguir? ¿Está dentro de mis posbilidades? ¿Hasta dónde estoy dispuesto a llegar? ¿Cómo me sentiré si lo consigo? ¿Cuánto tiempo creo que me puede llevar el conseguirlo? ¿Qué capacidades tengo que me ayudarán a llegar a la meta? ¿Quién me podría ayudar? ¿Qué necesito para llevar a cabo el cambio? ¿Qué dificultades podré encontrarme por el camino? ¿Qué espero honestamente con todo esto? Poner y responder todas estas cuestiones por escrito y trazarnos una especie de «mapa del tesoro» puede ser de gran utilidad.

Con esta etapa se inicia el cambio, se modifican pequeños aspectos (formas de pensar o de actuar) que nos refuerzan en nuestro propósito.

4. ETAPA DE ACCIÓN.

Se llevan a cabo las tareas programadas. Etapa en la que se consolida la conciencia y necesidad de cambiar. Algunos resultados pueden ser relativamente fáciles y rápidos, otros, en cambio, pueden hacerse esperar. Es básico el mantener la ilusión, la paciencia, la confianza, la constancia y no rendirnos. Debemos mantenernos firmes en nuestra decisión y entender que se trata de un proceso, con sus altibajos (en forma de zig-zag) , y que puede llevarnos un tiempo el llegar a la meta esperada. Apoyarnos en nuestro «mapa» o plan de acción puede ayudarnos, quizás sea necesario realizar algún tipo de reajuste en cuanto a tiempo, objetivos y/o recursos.

Esta etapa finaliza cuando podemos sentir (y tenemos la evidencia) que hemos conseguido los fines fijados anteriormente o estamos próximos a ello.

5. ETAPA DE MANTENIMIENTO O CONSOLIDACIÓN.

Una vez hemos llegado a donde queríamos, hay que abordar la tarea, a veces complicada, de adaptarse a los cambios realizados, ya que muchos de los patrones de funcionamiento cotidianos pueden verse modificados por las nuevas condiciones generadas en nuestro estilo de vida. Es el reto más importante del proceso y consiste en mantener la constancia y consolidar los cambios que se produjeron en la etapa de Acción. Se aplica todo lo aprendido en la etapa anterior, por lo que el crecimiento y cambio personal ha de ser continuo.

En esta etapa, los vínculos con los demás pueden verse también alterados, para bien y para mal. Lidiar con todo esto puede no ser sencillo. Aquí es donde podemos comenzar a sentir el dolor de alguna pérdida, de algo o alguien que nos ha acompañado durante algún tiempo y que, aunque no nos haya podido beneficiar, sí que ha estado ahí acompañándonos. Sentir nostalgia es normal, pero es importante concentrarse en los beneficios que ha supuesto el cambio (el dejar eso atrás). Pensar que todo va a ser fácil y que sólo habrá alegría es un error.

Cuando mantener el cambio no nos suponga un gran esfuerzo, no al menos consciente, habrá concluido esta etapa. Con el tiempo, estaremos dipuestos a que surga un nuevo planteamiento de crecimiento personal, de transformación.

Emprender un nuevo camino no implica necesariamente hacer grandes modificaciones ni alcanzar metas elevadas, el gran cambio se produce en el interior y en lo cotidiano, se puede llevar a cabo transformando pequeñas cosas o tan sólo generando un nuevo pensamiento o actitud que nos resulten beneficiosos.

Iván Hernández Santana

Centro de Atención Multidisciplinar

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