Pensar con el corazón

Si tengo en cuenta la educación que recibí, la educación que transcurre en un aula, me vienen a la mente nombres, fechas relevantes en la historia, fórmulas matemáticas, conceptos… La educación formal o académica, como yo la llamo, es importante pero no lo es todo. Existe otro tipo de inteligencia, básica para la vida, aquella que trata las emociones, las nuestras y las de los otros: la inteligencia emocional. Afortunadamente, cada vez somos más conscientes de lo importante que es aprender y dominar otras cuestiones que no se encuentran en los libros de matemáticas, geografía, química o lengua.

La inteligencia emocional es la capacidad humana de sentir, entender, controlar y modificar estados emocionales en uno mismo y en los demás. Ser inteligente emocionalmente no consiste en absoluto en reprimir las emociones, negarlas, esconderlas, sino en dirigirlas, controlarlas y equilibrarlas, pues en ocasiones los estados afectivos desagradables también tienen su utilidad ( de ahí que no los califique como «negativos»).

¿Cómo algo tan fundamental, tan inherente a nosotros, puede ser un misterio para algunos? El acelerado y estresante ritmo de vida que llevamos, las múltiples cosas que hay que atender y el sinfín de fuentes distractoras, fáciles y placenteras que empleamos en los espacios libres (tales como internet y la TV), nos pueden estar convirtiendo en seres ciegos en cuanto a materia de sentimientos se refiere. ¿Cuántas veces a la semana nos preguntamos cómo nos sentimos?, ¿lo sabemos realmente?, ¿se lo preguntamos a los demás?…

La emoción se define como un estado afectivo, una reacción subjetiva en la que intervienen la mente y el cuerpo, ya que va acompañada de ciertos cambios fisiológicos. La emoción sería algo así como «el impulso de nuestro cuerpo ante un determinado estímulo».  En el caso de la ansiedad, por ejemplo, esos cambios corporales profundos podrían ser la aceleración del ritmo cardíaco, la sudoración, el dolor de cabez, la difcultad para repirar, etc.

Si el estímulo o situación que nos provoca la emoción lo percibimos como atractivo o agradable, nuestro cuerpo reaccionará tratando de acercarnos y si, por el contrario, lo percibimos como desagradable o negativo, reaccionará para que lo evitemos, rechacemos o nos alejemos. La emoción, en definitiva, es el motor que nos incita a actuar de alguna manera determinada.

Sin las emociones no habríamos sobrevivido como especie. El miedo actuó muchos veces como sistema de protección para el hombre. Sin miedo nos habríamos lanzado a cazar mamuts sin tener ningún tipo de cuidado. Es por esto, que podemos concluir que las emociones tienen una función adaptativa, a través de la que nuestro organismo se adecúa a las diversas circunstancias y al entorno que le rodea. Además, esa reacción física va acompañada de un conjunto de cogniciones (ideas), creencias, actitudes, experiencias pasadas, influyendo no sólo en las respuestas inmediatas sino también en las futuras. La suma de dicho conjunto  a la reacción o activación fisiológica del cuerpo es lo que dará lugar al sentimiento (emoción y pensamiento = sentimiento).

La inteligencia emocional, esto es, la capacidad para leer nuestras emociones y las de los otros, se relaciona con la honestidad y el conocimiento (de nosotros mismo y de los demás). Aquellas personas con dificultades para identificar sus sentimientos y empatizar con los demás podrían denominarse «analfabetos emocionales». Cuando logramos reconocer nuestros estados emocionales podemos decir que nos estamos comunicando honesta y eficazmente con nosotros mismos, nos estamos comprendiendo mejor y esto nos permite aprender a regular nuestras reacciones y controlar más nuestros posibles actos.

Algunas ideas fundamentales:

– Podemos utilizar nuestro pensamiento para generar sentimientos más agradables.

– Nunca es tarde para aprender más sobre nuestras emociones y lograr ser más honestos con nosotros mismos.

– No podemos cambiar a los demás, pero sí podemos cambiar nuestra manera de percibir y responder ante sus conductas.

– Para poder entender a los demás, es necesario comenzar entendiéndose a uno mismo.

– Detrás de cada emoción se esconde una oportunidad, un mensaje que nos incita a cambiar algo en nuestra vida o en nuestra forma de funcionar.

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